domingo, 12 de mayo de 2013

Bonita manera de autodestruirse.

Pensar que no está hecho para mi cómo duele, eh. Cómo duele pensar que ya no te colgarás de la sonrisa hecha pedazos que mantengo entre la nariz y la barbilla, sabiendo que no te volverás a perder en esa mirada que por tantos destrozos ha pasado, sigo intentando perderte entre mis dedos.
Hoy no te escribo yo, hoy te escribe esta rabia acumulada que dejas cuando te vas, cuando te acabas; te escriben también las  lágrimas que se escapan de esos ojos por los que tantas veces te has paseado de múltiples maneras. Cómo se clava esa manera tuya de moverte por mi espalda como si quisieras meter tu esencia (o tu ausencia) en mi piel. Y yo, tonta de mí, intentando ser perfecta en algo en lo que esa llamada "perfección" no existe ni jamás lo hará, equivocarme y pensar que no es algo normal cuando todos bien saben que de lo único que se aprende es de los errores y más de los míos. Yo, inocente, moviéndome como si de verdad fueses a crear constelaciones con los lunares de mi espalda, como si de verdad estuviésemos hechos la uno para el otro, como si pudiésemos fusionarnos. Qué pena de horas y horas recorriéndote de esquina a esquina, aprendiéndote de memoria. Y sabiéndote entero "de pé a pá", ahora te digo que podré echarte de menos cuando no estés, que podré recordar cada segundo como si esto siguiese recorriéndome por dentro y realmente lo hará porque sé que hace mucho viniste para quedarte y ahora por culpa de mis desperfectos no te irás ¿me equivoco? Te quedarás aquí para hacerme ver a cada minuto aquello de lo que intento huir pensando que eres lo que huye de mi, qué maldita inconcluencia, qué maldita vida esta desperdiciándola contigo y pensando que no te sufro.
Cuando intenté ser perfecta siempre fallaba algo, siempre había alguien con una sonrisa menos rota que la mía, una espalda con más constelaciones, una mirada con menos destrozos y unos movimientos más delicados a tu alrededor. Acabé torturándome, y mira por dónde lo único que he consguido ha sido autodestruirme, destruirnos.

sábado, 11 de mayo de 2013

Aquellos días entre charcos y chocolate.

¿Soy la única que echa de menos ese tiempo de caramelos y escondites?
Creo que no, que todos hemos mirado a un niño abrazado a su osito y hemos recordado aquel que fue tu amigo en la infancia, ese que dormía contigo y te acompañaba a donde fuese, ¿cuando fue la última vez que lo abrazaste? Esa última vez que te acompañó como tantas otras y no te diste cuenta de que un día más tarde lo guardarías en una caja hasta tal vez años más tarde. ¿La última vez que jugamos al escondite? Ese juego en el que te acababas enfadando por tener que ligártela siempre, y ¿aquellas películas de dibujos? Esas con diálogos sin sentido en las que el gato y el perro se llevaban bien en vez de odiarse. ¿Cuándo decidimos haber crecido lo suficiente para dejar de ser unos niños? Llamadme loca, poco cuerda o quizás infantil, pero a mi nadie me dijo que tuviese que dejar de ser esa niña que se comía los helados que parecía que se los estaba restregando por la cara para refrescarse y que despertaba a su hermano pequeño para jugar con él, a mi nadie me dijo que hubiese que crecer.